Cuando la ruta va a ninguna parte
La camioneta traquetea por un camino que sería elegido sólo por alguien que sabe hacia dónde se dirige. No hay carteles, no hay indicaciones, ni señal de GPS. Sólo una recomendación: ir hacia el mar.
Bahía Bustamante queda a 180 kilómetros del aeropuerto de Comodoro Rivadavia y, para el primerizo, es como ir a ninguna parte. Nadie sabe muy bien a dónde queda ni cómo llegar. Internet dice que es una ciudad, pero para los locales es lo más parecido a la tierra virgen. Lo cierto es que se trata de una estancia de 300 mil hectáreas a donde Lorenzo Soriano, un inmigrante español, decidió instalarse y poner en funcionamiento una alguera.
Si bien alguna vez funcionó allí una fábrica con 400 trabajadores, los Soriano decidieron transformar las casitas de los pesqueros en cabañas y permanecer en el lugar. La sabiduría del que espera es parte de la experiencia en estas tierras. Del que espera el batacazo de la cola de una ballena en el océano, el paso torpe de los pingüinos, la sabrosa carne de un cordero a la llama, la danza que hace el sol para dar paso a un infinito techo de estrellas.
En Bahía Bustamante la naturaleza marca los tiempos: si hay marea baja, habrá desayuno con pingüinos. Si hay sol, habrá tardes en las playas. Si hay viento, habrá siestas prolongadas. Si no hay nada de eso, siempre habrá naturaleza esperando a ser vista detrás de las pocas paredes que hay en el lugar.
Choiques, cormoranes, zorros, patos vapor, lobos marinos, ñandúes, petreles, armadillos y tantos otros pueden ser divisados mezclados con las ovejas, los perros y los pocos turistas que llegan hasta este lugar. La vista se rinde ante no encontrar nada que se interponga entre ella y la línea final del mar. El cerebro renuncia a intentar explicar cómo funcionan las cosas.
Al cabo de unas horas, ya no hay relojes que funcionen, celulares que se enciendan ni una agenda que haya que cumplir. El turista acepta que llegó a ninguna parte y que allí no existe esa fuerza superior que marca la cantidad de horas que tiene un día ni la cantidad de minutos que tiene una hora. Sólo lo marca el sabor de una copa de vino, el olor de una sopa de algas o el color de una anécdota contada por los locales.
Datos útiles:
Dónde: Está ubicada a 300 km de Península Valdés, en Chubut.
Cuándo: El lodge recibe a turistas de agosto a mayo y se recomienda reservar con antelación. Es un lugar privado y se requiere la estadía para poder ingresar.
Qué hacer: El propio lodge ofrece más de 9 recorridos y excursiones para explorar toda la zona.
Gastronomía: se ofrecen menús diarios con productos autóctonos. Se contemplan variaciones en caso que así se desee.